19 de junio de 2014

Capítulo XVII: Un poema épico y un poeta mentiroso

La lluvia no arreciaba cuando llegaron a casa, en silencio, con los llantos de la madre de Vladimir grabados a fuego en sus tímpanos y el terrible contraste entre ambos funerales balanceándose en sus mentes. No sabía demasiado bien en qué momento habían abandonado el camposanto, cuándo se habían encontrado con un frustrado y silencioso Kaleb o por qué ambos demonios sujetaban sus brazos con atención. Pestañeó, y lo primero que escuchó fue la voz de su alterada madre saliendo a su encuentro:

-¡Nika! – Acercándose a ella, Serena palpó el pálido y frío rostro de su hija, que apenas la enfocaba. 

-Tranquila, madre –Habló Kaleb con su habitual tono pausado, sin abandonar lo turbio de su estado anímico.-, sólo ha sido un leve mareo.

-¿Un mareo? –Preguntó, intranquila, depositando un suave beso sobre su frente.- Cariño, dime algo, ¿estás bien?

-Quiero dormir…

-Será mejor que la lleve a su cuarto –Sin más, el demonio cogió a su hermana en brazos y se dirigió a las escaleras en silencio. Nika apenas se movió, se dejó llevar, y no hizo amago de caminar por su propio pie. 


* * *

Su cuarto le resultaba extraño, frío y tenebroso. Pero mucho más cálido que el horrible cementerio. Sintió la blanda cama bajo su cuerpo, pero apenas había calidez allí; toda estaba concentrada en su cuerpo, en su corazón bombeando sangre y poder, y en el de su hermano, que palpitaba igualmente. Las manos dulces de Kaleb colocaron algunos mechones de cabello tras su oreja, y aunque apenas podía enfocar su rostro sabía que la observaba con atención. Ahora podía saberlo sin ver. Ahora podía contar el número de topos que agujereaban el jardín incluso si ponía música a todo volumen. Podía contar las gotas de agua en una ventana tras una tormenta con sólo mirar unos segundos. Podía tener el mundo a sus pies, y nada se escapaba a su poder. Nada, excepto resucitar a los muertos.

-Le querías de verdad, ¿cierto? -La voz de su hermano sonaba lejana, rasgada… ella era su máxima preocupación, pero escondía algo detrás de esas pupilas de aguas negras, algo se agitaba en su interior. Se limitó a asentir con la cabeza y desviar la mirada. Su intuición ahora era terrible, pero Kaleb seguía teniendo más años y más experiencia, y no podía confiarse.- A veces las cosas no salen como nosotros queremos. Pero esto no es justo para nadie. Tú… querías pasar la vida a su lado, querías honrar su memoria –Nika se irguió un poco, consciente de algo. Kaleb no había mencionado el nombre de Vladimir en ningún momento de la conversación. Estaba siendo absolutamente ambiguo, y eso sólo podía significar una cosa: les estaban escuchando.-. Ha sido horrible, Nika. Una tragedia. Pero no hay nada que puedas hacer salvo seguir viviendo y guardando vuestros pocos recuerdos como un tesoro.

-Kaleb –Interrumpió, harta de tanta tontería. Todo eso era cierto si hablaban de Vlad, pero los de abajo pensaban que se trataba de Sergei, y la idea de fingir dolor por un ser tan inmundo le repugnaba.-, quiero dormir. Necesito estar sola. Por favor.

Dio gracias a que su voz sonase rota y disgustada, y que así le diese credibilidad a su súplica. Cerró los ojos y pensó, pensó sin pensar, repasando las imágenes de aquel horrible día que se resistía a terminar. Quería dormir y no despertar hasta que la herida se hubiese cerrado del todo, pero sabía que ahora sería imposible. Seguiría escuchándolo todo, sintiéndolo y percibiéndolo aun con los párpados caídos. Se preguntó si podrían intuir el caos de emociones que se arremolinaban en su cuerpo y en su corazón, y deseó con todas sus fuerzas que sintiesen cada herida y cada punzada de dolor.

* * *

Se sentó en el lugar que Serena le indicó, junto a sus padres, alrededor de una gran mesa de cristal  en el elegante comedor de la mansión de los Kirchev. Saludó a su madre con un suave beso de preocupación en la mejilla, y tras presentar sus respetos al cabeza de familia y anfitrión se sentó. La hermosa mujer le miraba, preocupada, ansiando una respuesta que él le daría encantado.

-Mi hermano me contó que Nika tenía el carácter firme y ardiente de su estirpe –Comenzó Dimitri, consciente de que empezar con una verdad fomenta la solidez de la mentira.-, y por eso supe que no lloraría. No delante de todo el mundo. Por eso, decidí interceder. Por mi hermano, por ella, y por el honor de ambos –Todos parecieron conformes con sus falsos motivos para acercarse a Nika, y sonrió interiormente.-. Así que hablé con ella, hice que confiase en mí, le hablé como mi hermano habría hablado. Y lloró –Serena contuvo un grito ahogado, y su esposo le tomó la mano, apoyándola. Dimitri se preguntó entonces si aquello sería preocupación por una hija con el corazón roto u orgullo por que esta se hubiese comportado como una sumisa prometida.-. Creo que Nika es mucho más dulce de lo que pueda parecer. Simplemente es joven, y tal vez todo esto la haga madurar. Lo que está claro es que será una mujer digna de lo que mi hermano era.

En aquel momento, Theodor, el mayor de los hermanos Kirchev, sonrió, tosco, sin ánimo de mofa, y se dirigió al muchacho de ojos dorados.

-¿Estamos hablando de la misma Nika que nos mataría a todos si pudiese hacerlo? –Grigori fulminó a su hijo con la mirada.- Padre, no me miréis así. Es cierto. Nika es de todo menos dulce.

-En mi opinión –Intervino Dimitri, divertido. Theodor era como un gorila con un martillo, bruto y descerebrado pero peligroso como nadie.- esa agresividad es cosa de la edad. ¿Quién no ha cometido un acto de rebeldía en su juventud? Te aseguro que la muchachita confusa y dolida que se ha desmayado de tanto llorar después de enterrar a su prometido tiene el peligro de un pastelito de crema.

-¿Se desmayó…? –Esta vez, fue el otro patriarca, Igor Smirnov, quien intervino.

-Sí, padre. Lloró tanto que terminó cayendo de pura debilidad. Apuesto a que ni siquiera ha dormido, y a que ahora mismo sigue padeciendo de insomnio. 

La compasión flotaba entre las miradas de los presentes, y todos meditaban acerca de las palabras de Dimitri. Era increíblemente satisfactorio saber que podías engañar a tantos demonios a la vez con un poco de labia y muchos conocimientos de retórica. Debería hacerse actor, o político. Pero eso no importaba ahora. Kaleb regresó al comedor, y las dos familias comieron en absoluto silencio.

* * *

El fuego chisporroteaba en la chimenea encendida, pero el calor no era suficiente para su cuerpo. Cuantos más días pasaban, más se encendía su esencia demoníaca, y más cosas descubría en su recién encontrada madurez natural. Pasó la página, dio un sorbo a su taza de café con leche y continuó con su lectura del vigésimo noveno libro que releía en busca de alguna pista de lo que Amy podía ser. Ninguna referencia a llamas verdes, nada sobre ese misterioso poder que puede matar demonios, rastrearlos, reconocerlos y quién sabe qué más. 

Aquella misma mañana había vuelto al instituto tras una semana de no moverse de la cama y de no ver a nadie. Todo estaba bien, sus padres pensaban que estaba así de hundida por Sergei, sus compañeros de clase lo achacaban a la muerte de Vladimir, y ella mientras sufría su propia muerte en vida al saber que lo que antes era blanco ahora se había vuelto negro como el carbón. Su regreso había sido una gran excusa para acercarse a Amy en el descanso entre clase y clase, sólo para informarle de sus progresos –o, mejor dicho, de la ausencia de estos-. La perfección y la exactitud que se había hilado a su alrededor le concedía una tranquilidad que, lejos de gustarle, estaba volviéndola loca.

Y ahí estaba, un lunes por la tarde, tras haber completado sus tareas escolares, inmersa en la lectura de todos los libros de la biblioteca de su padre. Cerró aquel ejemplar de golpe y se puso en pie para devolverlo a su estante, decepcionada, cuando sintió algo acercarse. Una presencia fuerte, ajena a la casa, pero sin rastro de amenaza. Olfateó discretamente, y el aroma de aquella hormona que ahora ella también producía le confirmó sus sospechas: Dimitri.

El ahora hijo único de los Smirnov llamó tres veces a la puerta con los nudillos, abrió la puerta y entró en la biblioteca seguido de Kaleb, que lo miraba con amenaza. Nika recordó el discurso sobreprotector que su hermano le había echado tras encontrarla en brazos de Sergei, y tuvo que reprimir la risa.

-Buenas tardes –Dimitri sonrió con amabilidad, con aquella fachada de noble y honrado demonio. Mentiroso, se dijo Nika.-, espero no molestar.

-Buenas tardes –Correspondió ella con una sonrisa. Se alegraba de verle, se alegraba de saber que la conversación en la cafetería no había sido en vano.-. En absoluto, tan sólo estaba… leyendo.

-¿Algo interesante? -Alzando una ceja, se aproximó a la muchacha con cautela, ante la mirada felina del sobre protector hermano mediano. Nika le miró y, haciendo una señal, logró que abandonase la sala.

-No lo que estoy buscando -suspiró pesadamente, sonriendo al recién llegado. 

-Tal vez pueda echarte una mano. ¿De qué se trata?

Nika dudó unos instantes . Obviamente, no podía contarle lo que estaba buscando. Había dado a Amy su palabra de guardar su secreto, de ayudarla a averiguar qué secretos esconde su naturaleza. Y, además de la promesa, por mucho que Dimitri se mostrase contrario a su difunto hermano y a la tradición demoníaca, no podía confiar en él hasta tal extremo. Ante todo, y como había podido demostrar, el muchacho de ojos dorados era un perfecto mentiroso.

-Historia, nada fuera de lo común. Simplemente tengo curiosidad por... Nosotros. Cómo llegamos aquí, qué nos ha hecho demonios... Demonogonía y demonología.

-¿No te contaron tus padres todo eso en su momento? -Extrañado, se acomodó en el sofá frente a la chimenea, y la observó con el crepitar de las llamas encerrado en sus pupilas. 

-Claro que sí, sé lo básico -Sentándose a su lado, sonrió y se colocó un mechón de pelo tras la oreja, coqueta. Desde que su hormona había comenzado a latir, no se reconocía. Seguía siendo ella, claro que sí, pero su extrema timidez se había convertido en desparpajo y gracilidad, e incluso aquella mañana había notado cómo algunos de sus compañeros varones la miraban, sentían su poder y, como las moscas, se deslumbraban ante su renovada aura. Lo que estaba claro era que no volvería a ser aquella chica inocente y esperanzada que soñaba con patrañas como la felicidad o el amor. Sacudió la cabeza, saliendo de su ensimismamiento, y perfiló una sonrisa de disculpa por la pausa dramática.-. Sólo quiero saber qué hay detrás de todos nosotros. Quiero saber qué es lo que esconde Glorysneg.

El silencio se apoderó de la sala minutos antes de que Dimitri prorrumpiese en carcajadas. De ser otro, como Theodor, habría fruncido el ceño, fastidiada por la burla hacia su sed de saber. Pero la risa de Dimitri era distinta: no había un ápice de sorna, tampoco inocencia en su melódica voz. Era como el sonido de la lluvia contra la mar embravecida, como un gramófono sonando de fondo de una conversación amena. Nunca antes había escuchado una risa tan neutral y al mismo tiempo cargada de intensas sensaciones. Parpadeó un par de veces, consciente de que le miraba sin verle, absorta en ese sonido único que jamás asimilaría del todo.

-Qué profunda te has puesto -Bromeó, sin malicia. La voz se deslizó entre sus labios como una serpiente encantadora de mentes, una sinfonía aduladora del raciocinio.-. Si sólo es eso, puedo contarte algunas cosas. En su día también me interesé por la historia de nuestros ancestros. Incluso puedo traerte algún libro de casa, mis padres te tienen en un pedestal. 

Dudando, se acercó a él un poco más, creando un ambiente más íntimo para la conversación que se avecinaba. Podría exprimir sus conocimientos sin delatar sus verdaderas intenciones, podría averiguar la verdad que se escondía tras su naturaleza, bajo la gloria nevada de Glorysneg. 

-Quiero saber... En fin, sólo trato de encontrar la verdadera historia de las familias originales, una narración detallada. Pero todos estos libros -Con un ademán, señaló los estantes de la biblioteca.- se limitan a mencionar nombres, a subrayar la Gran Guerra como la causa de la desaparición del poder de Pandora y a hacer elucubraciones sobre el paradero de la jarra que lo contenía.

-Entonces, quieres la versión extendida de la historia. Bien, te aconsejo acomodarte, porque no es precisamente breve -Con elegancia, se recostó en el sofá, pareciéndose más a un felino que se estira al desperezarse tras un largo letargo. Nika se mantuvo erguida, elegante, tal y como su madre le había enseñado, y procuraba no fijarse demasiado en el demonio que, frente a ella, se disponía a narrar la historia que tantas horas llevaba buscando.-. Mi querida Nika, me dispongo a contar el nacimiento de aquellos que oro llevaban en la sangre, y su funesta muerte a manos de la terrible mujer de paradójico nombre. Más allá de donde cualquiera en este pueblo alcance a recordar, en los primeros siglos de la existencia, el caos primigenio adoptó forma, dio lugar al Tártaro, y de él brotaron siete criaturas perfectas, siete entes de cualidades infinitas que se alzarían reyes de la vida terrenal. Pero no sólo el Tártaro surgió del Caos, también lo hizo Eros, fuerte demon del amor y la fuerza vital. Y de este, una estirpe que vigilaría desde las alturas el obrar de los siete retoños tartarinos -Sonrió con complicidad, a sabiendas de que nadie en aquellos tiempos hablaba así. La muchacha de pálida tez tenía los labios entreabiertos, y por su mente se pasaban todo tipo de discursos sin lógica. Alargando el brazo, apartó un mechón de sus oscuros cabellos y lo colocó detrás de su pequeña y perfecta oreja. Su piel chispeó al leve roce de sus dedos, y se vio obligado a tragar saliva antes de continuar.- ¿Todo bien hasta aquí?

Y ella, completamente embobada, respondió:

-Es como si estuviese leyendo un libro -El demonio rompió de nuevo en risas, y las mejillas de Nika se encendieron a más no poder.- ¡No te rías! ¡Es culpa tuya por contármelo como si fuese una novela!

-Un poema épico, en realidad. Así lo hacían nuestros antepasados -Se secó una lágrima provocada por las carcajadas.-, y así es más entretenido. Supuse que a una chica tan inteligente le gustaría oír mi poema.

-Me ha gustado -Respondió casi sin pensar, arrancándole una nueva sonrisa.-. Por favor, prosigue.

Dimitri suspiró profundamente, con una sonrisa calmada y los ojos entrecerrados, clavados en su oyente. Relamiéndose los labios, se dispuso a continuar.

-Los demonios, siete que habían nacido de una sola fuerza, comprendían que eran un fragmento de todo el poder original, y aquello no les gustaba. Respetaban su hermandad, porque, al igual que los hombres harían milenios más tarde, comprendían que un hermano es un ser irremplazable. Pero cada uno de los demonios ansiaba ser más que los demás, quería someter al resto, y puesto que no podían robar la fuerza en el interior de los otros seis porque así lo establecían las leyes no escritas, todos coincidieron en cuál sería la victoria que les haría sobresalir -Alzó una ceja, seductor, dejando que ella misma lo dedujese.

-Pandora.

-Seducir a una mujer que fue creada por sus propios deseos carnales, que nació de la fluidez de las aguas y del encanto de las flores, supondría un triunfo y un castigo al mismo tiempo. Pero aunque hubiesen nacido del mismo modo, y fuesen siete hijos de la misma fuente, como siete individuos les correspondían siete formas de ser que más tarde se verían reflejadas en todos sus descendientes.

-Y conformarían así las distintas clases de demonio, ¿no es cierto? -Continuó Nika, que cada vez se encontraba más inmersa en la historia.

Dimitri asintió con la cabeza, sonriéndole de forma indescifrable.

-No obstante, esto no nos concierne ahora -Fingiendo seriedad, borró su sonrisa para cambiarla por una más deslumbrante.- ¿Qué es lo que ocurrió con Pandora, entonces?

La muchacha meditó unos segundos, recordando lo que ya sabía y tratando de hilarlo con la historia que escuchaba en ese momento.

-Bien, hasta donde sé, los demonios crearon a Pandora con el pretexto de asegurarse la descendencia. Por muy inmortales que fuesen, se les había encomendado la misión de poblar la tierra -Comenzó, evitando esa mirada arrebatadora e hipnótica.-. Pero Pandora, la primera bruja, no era precisamente un dócil corderito. Tendrían que seducirla, y no fue tan fácil. De hecho, ninguno lo consiguió.

-Eso es. En la última noche de su vida, cuando los siete demonios se cansaron de esperar a que la mujer tomase una decisión, se inició una guerra ilógica cuyo único objetivo era ser el primero en violar a Pandora, para alzarse así como vencedor. Esto es lo que conocemos como Gran Guerra: toda la fuerza terrenal y tartarina, dividida en siete, y enfrentada a vida o muerte por una mujer que había desarrollado su propio poder. Nadie sabe exactamente cómo lo hizo, pero Pandora mató a los siete hermanos, y los enterró trazando una estrella de siete puntas que representaba, en fin, todo lo que el siete puede representar -La muchacha recordaba haber leído algo sobre numerología, y probablemente el siete era el número mágico por excelencia. Esto se lo confirmó, por lo que asintió con la cabeza, ansiosa de saber.-. Y, para sellar las tumbas, las escrituras más antiguas hablan de lenguas de fuego verde esmeralda con una doble función: impedir que nadie encontrase aquel lugar, e impedir que nada saliese de él.

Un interruptor se encendió en la mente de Nika. Por un lado, aquello del funesto fin de los demonios originales explicaba por qué Glorysneg era tan difícil de encontrar, y por qué sólo un puñado de humanos había logrado llegar hasta él, la mayoría favorecidos por ángeles custodios. Por otro lado, había llegado a la clave de su enigma: lenguas de fuego verde esmeralda. Aquellas que, por lo que Kaleb contó, Amy liberó cuando apareció en la frontera del pueblo, y que todos achacaron al núcleo magnético de este. Aquellas que mataron a Sergei, y que rastrearon toda la playa con la intención de localizar todos los cuerpos demoníacos presentes.

-Dimitri -Habló firmemente tras inspirar hondo, sujetando, nerviosa, la tela de su vestido entre las manos cerradas en puños.-, ¿cómo, entonces, llegamos nosotros a existir si no hubo descendientes de nadie? -Una pregunta de calibración antes del verdadero interés.- ¿Y qué pasó después con Pandora?

-Yo no he dicho que no hubiese descendientes -Alzó una ceja, travieso.

-No, pero creí que nadie había conseguido seducirla.

-Claro que no, ella fue más astuta -Se incorporó, acercándose a ella como si fuese a revelar el mayor de los secretos.-. Mientras los hermanos combatían entre ellos, Pandora se las ingenió para ir viéndose a solas con cada uno de ellos, sin que los demás lo supiesen, y asegurándose de hacer creer a cada uno que era único para ella. No se sabe cuánto duró exactamente la Gran Guerra, algunos dicen que tantos años como estrellas hay en el firmamento -Sonrió, algo melancólico, sintiéndose de nuevo invadido por la poesía.-, pero lo que sí es cierto es que duró lo suficiente como para que, a su fin, ya hubiese hombres poblando la tierra. La cuestión es que, en lo que duró, Pandora tuvo y ocultó un hijo y una hija de cada hermano, a los que enseñó el valor de la hermandad y la necesidad de cuidar los unos de los otros -Nika sonrió ante la imagen de una generación de niños demonio que corregiría los errores de sus ancestros.-. Y una vez tuvo a sus catorce demonios, reunió a los hermanos en el lugar acordado, con la excusa de haber tomado una decisión sobre su amor inmortal; allí, sin ningún miramiento, y habiendo pronunciado unas palabras que nadie recuerda ya, se deshizo de los demonios originales, y encomendó a sus hijos la tarea de vivir como demonios civilizados, conocedores del pasado, emprendedores y colonizadores. Así, la segunda generación fundó Glorysneg.

El fuego todavía crepitaba en la chimenea, y un silencio extrañamente cómodo se interpuso entre ambos. Dimitri perdió la mirada entre las llamas y pensó en quién sabe qué, mientras Nika no podía evitar impacientarse ante lo que la respuesta a su segunda pregunta le iba a desvelar. Sin embargo, el demonio de ojos dorados parecía haberse quedado absorto, por lo que le miró unos segundos, esperando que reaccionase. Por un momento, ninguno se movió; el silencio fue absoluto, y la atmósfera se volvió pesada. Inconscientemente, la morena extendió el brazo y puso la mano sobre su mejilla. Al contacto, un chispazo recorrió su sistema nervioso, desde las puntas de los dedos de las manos hasta los de los pies, y notó perfectamente cómo palpitaba el calor bajo su piel, y cómo el poder latía al unísono con el suyo propio.

Por fin, Dimitri reaccionó, pestañeó extrañado, y forzó una sonrisa que, por primera vez, no engañó a nadie.

-Soy el primer demonio al que tocas desde que se asentó tu poder, ¿verdad? -Ella asintió, en silencio.- Entonces no te entretendré demasiado, o te agotarás en seguida -Con amabilidad, cogió su mano, depositó un dulce beso en el dorso, y la retiró con cuidado, evitándole un contacto demasiado intenso. Fragmentos de su juventud salpicaron sus pensamientos, y aunque no había demasiada diferencia de edad entre ambos, se sintió más viejo de lo que querría admitir.- Me has preguntado qué ocurrió con Pandora después de la guerra -Nika asintió de nuevo, sujetando la mano que Dimitri había besado con la otra, como si le fuese la vida en aquel pequeño gesto.-. Pues bien, como he dicho, cuando la Gran Guerra terminó, los hombres ya poblaban la tierra. Pandora se fue lejos, muy lejos, a los confines de la tierra, y buscó a una mujer que hubiese sido favorecida por los ángeles custodios: Una sacerdotisa llamada Anthea. En ella, depositó toda su sabiduría y su poder, y, antes de morir tras vivir muchos años junto a ella, le advirtió del peligro que corría al haber aceptado ser su heredera. Anthea, y por tanto todas las herederas hembra de esta, se había convertido en la descendiente no demoníaca de Pandora, y sólo derramando hasta la última gota de su sangre volverían a despertar los siete demonios originales.

Los ojos férreos de Nika vibraron por la sorpresa. Ahí estaba su respuesta. Amy era nada más y nada menos que la descendiente de Pandora y de todo su poder, lo que quería decir que en sus venas corría la única llave que abriría la tumba sagrada de los originales. Y eso, claramente, ponía una señal de peligro en la frente de Amy Nóvikov. Había prometido vigilarla por si acaso, pero no podía decir aquello a los demás demonios; si lo hacía, la pequeña y adorable extranjera terminaría descuartizada en un ritual poco agradable; y si no lo hacía, probablemente estaría ocultando el acontecimiento más importante desde la Gran Guerra a toda su familia.

-Nika -La voz de Dimitri, de nuevo como una serpiente, se deslizó en sus pensamientos.-, ¿qué es lo que estás buscando?

-Ya te lo he dicho -Su voz tembló levemente al empezar a hablar.-, sólo quiero saber más sobre...

-No intentes engañar a un mentiroso -Interrumpió, amenazante. La chica se puso en pie, cruzando los brazos sobre el pecho, y él la imitó, impaciente, con un duro gesto y fuego en las pupilas.-. Te has quedado helada ante mi relato. Eso es porque has encontrado lo que buscabas, y no te ha gustado.

-Dimitri -Alzó la voz, encarándole, dando un paso hacia él.-, yo sólo quería saber. Mis motivos no te importan, no dejaré que nada se interponga entre mis ambiciones y yo -Una punzada de dolor y de empatía cruzó el pecho del hijo de los Smirnov de parte a parte, haciendo que entreabriese los labios y que, por un breve lapso de tiempo, semejase un corderito descarriado. Nika se mordió el labio inferior con culpabilidad.-. Oye... te agradezco mucho todo lo que me has contado. He aprendido más contigo en este rato que en toda la tarde leyendo y releyendo -Se encogió de hombros y sonrió a modo de disculpa.-. Pero no puedes pretender saber todo lo que se me pasa por la cabeza, apenas me conoces.

Se retiró el cabello con una mano, suspirando, y cargó el peso de su cuerpo en una sola pierna. Esta vez, fue él el que alargó un brazo y apoyó la palma de su cálida mano sobre la pálida mejilla de la pequeña de los Kirchev, enviando adrede pequeñas filtraciones de su poder a su cuerpo, soportando así lo que dijo a continuación:

-Es cierto, no te conozco. Pero siento como si te conociese desde siempre -Un paso más hacia ella.-. Nuestro poder late exactamente igual, y eso jamás me ha pasado con nadie, ni siquiera con mi propio hermano. Tú y yo somos distintos, Nika, no somos como todos ellos -Su voz descendió hasta convertirse en un susurro desgarrado tan sensual que le provocó un sonrojo inmediato.-. Lo sé, lo siento así. Yo me fui por el bien de mi cordura, Nika, y tú deberías hacer lo mismo. No dejes que te arrastren a pecados que en realidad no quieres cometer. No dejes que te corten las alas antes de haber aprendido a volar.

-...Enséñame a volar -Toda la estancia parecía cernirse sobre ellos, sobre sus cuerpos cada vez más cercanos, y sus ojos nadaban en los opuestos, explorando cada recoveco y cada destello. Nika cerró los ojos, sintiendo su proximidad; Dimitri se movía lentamente, tratando de no espantar al pequeño pajarillo que tenía entre manos. Casí podía saborear sus labios, y saciar la sed que llevaba toda una vida sufriendo, cuando la puerta se abrió de golpe, sobresaltándolos y haciendo que se separasen.

Kaleb.


Emily

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