26 de diciembre de 2013

Capítulo XV: Lágrimas de humo

Amaneció un día de lluvia y no de nieve en el pueblo de la gloria nevada, pues hasta el tiempo se había puesto de luto en la funesta jornada. Había comprado aquel vestido con la esperanza de poder estrenarlo en, quién sabe, su primera cita o el baile de fin de curso; y sin embargo tendría que utilizarlo para enterrar primero al que iba a ser su esposo y luego al que había sido su primer y único amor.

Tal y como marcaba la tradición, una hora después del amanecer, todos los miembros de las siete familias de demonios se reunían alrededor del hueco donde Sergei Smirnov sería enterrado. Todos lucían las mismas túnicas que en las reuniones, y no se diría nada sobre el tema hasta la reunión del mes siguiente. Simplemente, se imitaría el modelo humano de panegírico para disimular ante el pueblo y dejar así al demonio descansar con sus ancestros. Los siete patriarcas dedicarían unas palabras al fallecido mientras los demás guardan silencio.



Nika se quedó en pie junto a su madre y sus hermanos Kaleb y Theodor. Este último había venido en cuanto había sabido de la muerte de un Smirnov, acompañado por Marina, su esposa, hija única de una larga estirpe de demonios ucranianos.

Las familias se fueron juntando poco a poco alrededor del féretro, siendo los últimos los familiares del difunto. Igor Smirnov se situó junto a los demás patriarcas, su rostro pálido y afligido lo decía todo, pero la atención se la llevaba Lena, quien, encaramada a su hijo Dimitri, lloraba la pérdida de Sergei.

La totalidad de los asistentes parecían apenados y dolidos, como si se tratase de una enorme y única familia. Sin embargo, Nika no podía expresar nada. Sus ojos férreos, secos y desafiantes buscaban en el infinito un solo motivo por el que estar allí cuando no sólo no lamentaba la muerte de Sergei, sino que en lo más profundo de su ser, se alegraba. Sentía el dolor de la madre destrozada y del solemne grupo de amigos, pero no podía compartirlo.

La ceremonia comenzó, pero la muchacha se negó a escuchar una mentira más sobre aquel ser inmundo al que por fin daban sepultura. Echó un vistazo a Kaleb, quien la miraba con reproche por no fingir siquiera un poco. Chasqueó la lengua y él, tomándola del hombro, se la llevó hacia atrás para murmurarle:

-Sé perfectamente que no te sientes dolida, pero por respeto a su familia deberías fingirlo.

-¿Por qué voy a respetar a quien no muestra respeto por quienes no son como ellos?

-Porque se supone que tienes un mínimo de educación. No te estoy pidiendo que te conviertas en una desconsolada viuda, sólo te pido que dejes a un lado esa cara de perro para que nadie sospeche.

-¿Sospechar? –Pestañeó, confusa.

-Tú eras la única que estaba allí con él, ¿no? –Nika se tragó sus pensamientos y asintió- En ese caso, compórtate.

Regresaron a la multitud, la muchacha consiguió aparentar un sufrimiento reprimido pensando que, dos horas después, tendría que acudir al entierro de Vladimir Kornovski.

Ensimismada en sus recuerdos y tratando de no llorar, no se percató de que alguien se acercaba a ella y, en un casi imperceptible movimiento, la abrazaba por los hombros. Alzó la mirada: Dimitri Smirnov, con evidente aflicción en sus ojos, la apretaba contra su cuerpo, como si la estuviese consolando. De forma inconsciente, cerró los ojos y abrazó al muchacho, disfrutando su calor como quien bebe tras meses de sequía.

-Escucha, ¿crees que podríamos vernos después? Hay algo que quiero preguntarte… -Susurró de forma apenas audible el muchacho. Ella se limitó a asentir y a seguir disfrutando de su contacto hasta que la ceremonia acabó y la multitud comenzó a dispersarse. Grigori se acercó a su hija, que seguía junto al ahora único hijo de los Smirnov:

-Nika, vamos, es hora de irse.

-Disculpe, señor Kirchev –Intervino Dimitri justo cuando sus padres llegaban a su altura-. Me gustaría hablar con Nika a solas. ¿Podría quedarse conmigo un rato? No la entretendré mucho, y la acompañaré a casa, lo prometo.

-Hijo –Lena Smirnov le puso una mano sobre el hombro. Sus ojos, enrojecidos e hinchados, escrutaban al chico con duda-, ¿a qué viene esto ahora?

-Madre, debes recordar que Nika es… era la prometida de Sergei. Y hay muchas cosas que él me dijo y que ella debería saber… Quiero despedirme de ella por mi hermano.

El ambiente pareció relajarse, incluso Kaleb esbozó una débil sonrisa velada. Grigori dirigió una mirada a su mujer, quien asintió, y a continuación dijo:

-En ese caso, os esperaremos en casa. Podríamos comer juntos –Esta vez se dirigió a los Smirnov, que asintieron con todos los ánimos que la situación les permitió-. Bien, no os metáis en líos.

En silencio, esperaron hasta estar completamente solos en medio del pequeño camposanto de Glorysneg. Dimitri le tendió el brazo y Nika, al momento, lo tomó para echar a andar hacia el centro del pueblo.

-Me ha sorprendido mucho tu invitación. Especialmente si lo que quieres es decirme lo que tu hermano pensaba o sentía.

-¿De verdad te lo has creído? –Sonrió- Qué inocente. He mentido como un bellaco.

-¿Cómo dices? –Se detuvo para mirarle. Él, sin dejar de sonreír, la tomó de la barbilla y le confesó:

-Tú y yo somos los únicos que no han sentido nada tras la muerte de mi hermano.

El café L’arc en Ciel era la cafetería más famosa de todo el pueblo, por no decir la única. Un encantador local en el centro de Glorysneg, justo frente al ayuntamiento, haciendo esquina y decorando el viejo conjunto de edificios con su gran cristalera y su hermoso toldo verde. El interior del local era de madera casi por completo, y resultaba algo barroco en cuanto a adornos y tallados de la madera. Todas las mesitas eran de mármol de Carrara, y las sillas de forja negra, recordando así a una cafetería francesa.

Nika calentó sus manos posándolas con delicadeza en derredor de una humeante taza de cacao bien caliente, mientras aquellos ojos dorados y penetrantes reflejaban una falsa mueca de aflicción.

-La clave de una buena interpretación –Comenzó Dimitri con una suave voz rasgada. La deslizaba perfectamente entre sus labios entreabiertos, casi sin gesticular, impidiendo que cualquier otra persona leyese sus labios. Los demonios son astutos, se dijo Nika.- es creer tú también aquello que intentas transmitir.

-Por eso has dicho que tú y yo no hemos sentido nada en el entierro –Contestó en voz baja, tapando la visión de sus labios con la taza. Todavía no había desarrollado todas las habilidades de un demonio, pero inteligencia no le faltaba. Dimitri sonrió ante su gesto hábil pero propio de principiantes, y ella decidió no darle importancia. Sus orbes se escurrieron a través de la ventana, no para ver lo que había al otro lado, sino para recordar aquel momento en la playa, junto a Vladimir, junto a Amy… Y aquella sensación. La fiebre, el calor, el poder infinito y rezumante que trataba de esconder… había ocurrido, se había transformado, y ya no había vuelta atrás. Nika Kirchev era ahora un demonio. Dimitri lo sabía, y el resto de familias seguramente también. Aun así, no le importaba en demasía.-. Y supongo que ahora me dirás qué tengo que hacer a cambio de tu silencio.

-¿Mi silencio? –Una carcajada angelical inundó sus oídos.- No me interesa que te calles, no es eso exactamente.

-En ese caso… -Algo se iluminó en el magín de Nika- tu objetivo debe ser una detallada descripción de lo que le ocurrió a tu hermano.

-Me trae sin cuidado lo que le ocurriese a ese patán que tenía por hermano –Sonó impaciente y cortante, pero su sonrisa amable seguía intacta. Este chico llevaba mucho tiempo practicando, tal vez la soledad lejos de casa le había proporcionado esa sutileza que Nika podía admirar.-. Simplemente, quiero saber.

-Está bien –Concedió, dando un sorbo a su taza. El chocolate estaba mucho más frío que el interior de su cuerpo ahora que su temperatura se elevaba hasta límites inhumanos.-. ¿Qué es lo que quieres saber?

-¿Por qué no has sufrido? –Un silencio se instaló en el ambiente. La campana de la puerta sonó, y un grupo de mujeres mayores entró y se sentó alrededor de una mesa cercana. Dimitri apartó la mirada de la muchacha, y se entretuvo en un cristal que de repente parecía muy interesante. No obstante, continuó hablando.- ¿Qué hay en ti que sea distinto? Mi hermano era el demonio prototipo, ese que tanto se empeñan en forjar por aquí. Como tu hermano Theodor.

-Se supone que es el esquema que todos debemos seguir, ¿no?

-Oh, sí, se supone que así debe ser. Soldados grandullones con cerebro de chorlito, dispuestos a cumplir cualquier orden que defienda unas enseñanzas que ni siquiera comprenden –Por primera vez, Dimitri pareció sincero al mostrar una frustración y una rabia en sus pupilas de azabache. En seguida, sacudió la cabeza y volvió a sonreír con dulzura, haciéndola pestañear.-. Y mujeres dóciles y obedientes, dispuestas a tener los hijos del demonio de sangre más pura.

-Tú no pareces seguir esos parámetros –Murmuró, casi sin pensar.

-Porque no lo hago. Tampoco tú pareces dócil y obediente. Más bien creo que si mi hermano siguiese vivo, tú misma acabarías con él –Nika abrió los ojos de par en par, y su rostro, níveo de por sí, palideció ante tal insinuación. La calma aparente de Dimitri quedó destrozada por una carcajada que tuvo que frenar colocando su perfecta mano ante su boca.

-Lo hago lo mejor que puedo –Respondió, entre halagada e indignada. ¿Quién era aquel desconocido y por qué narices la conocía tan bien?-, pero no es fácil asumir que te están quitando la libertad a pasos agigantados.

El semblante de Dimitri se ensombreció con gesto de sorpresa. Sacó un billete que dejó sobre un platito en la mesa, tendió su mano a la muchacha y se puso en pie. Ella, sin decir nada, apuró el último sorbo de chocolate, se limpió las comisuras de los labios y tomó su mano, saliendo así al frío de la calle.


Nada salvo el soplar del viento se oía en el pueblo de la gloria nevada. Siguió los pasos largos de Dimitri, su caminar elegante y sigiloso, hasta que regresaron al cementerio. Nika se agarró a su brazo con ambas manos, y le obligó a parar justo frente a la verja.

-¿A dónde se supone que vamos?

-Mi hermano quiso acabar con tu libertad. Tú perdiste tu libertad por culpa de mi hermano. No sé quién era ese tal “libertad”, pero huele a crimen de demonio que apesta.

-¿Cómo lo…?

-Te lo he dicho, puedo olerlo. Tú también puedes si te concentras.

La morena cerró los ojos e inspiró profundamente. Cientos de olores inundaron sus fosas nasales: la nieve, el rocío de la mañana, la piedra de los edificios más viejos y el cemento de las calles. Olía a electricidad de las farolas que habían apagado horas antes, e incluso olía a las flores que la nieve sepultaba en la explanada del camposanto. Entonces, pudo saber a qué se refería Dimitri. No muy lejos, acercándose a una montaña de tierra removida, cientos de aromas se aglutinaban en torno a un ataúd de pino, en cuyo interior rezumaban dos esencias muy distintas: por un lado, ese perfume fresco y afrutado que Vladimir solía utilizar; por otro, energía demoníaca devorando su cuerpo a toda velocidad.

-¡Ah! –Exclamó, llevándose las manos a la boca. Reprimió una fina lágrima al borde de sus largas pestañas negras, y sintió una mano sobre su hombro.

-¿Intentaste rebelarte y por tu culpa un humano salió herido?

-¡No! –Exclamó, con un dolor, que sorprendió a Dimitri.- Te equivocas… Él… -Observó el cielo, un cielo gris perlado que en otros momentos era del azul de los ojos de Vlad.-  Él estaba mucho antes que todo esto.

-Entiendo… -El demonio relajó los hombros, comprendiendo que ni se trataba de un accidente tan estúpido como creía ni tenía ante sus ojos a una inmadura chiquilla impaciente por ir a contracorriente. Alargó un brazo para acariciar suavemente sus cabellos oscuros.- He prometido a tus padres que cuidaría de ti, pero puedo mantenerme a una distancia prudente mientras te acercas al funeral de ese chico.

Nika asintió, y ambos atravesaron la puerta de forja del cementerio. Localizaron a la multitud que se amontonaba alrededor del ataúd y del hoyo donde lo enterrarían, y la joven pudo identificar a varias personas: Nelkael, el ángel, y toda su familia; Ciro, sus padres, varios compañeros y profesores del instituto… Amy. Sacudió la cabeza y, ante una señal del demonio, se acercó a aquellos humanos que Dimitri fue analizando lentamente en la distancia. Por fin, se dijo, por fin aquel pueblo de anticuados tradicionalistas había criado otro demonio que necesitase huir de allí. Y no iba a dejar que pasase sola por lo que él tuvo que pasar.


Emily

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