28 de agosto de 2014

Capítulo XXIV: Oculta tristeza

La mañana se le antojaba monótona. Lo único interesante que le había pasado era su desayuno con Judd y por alguna razón le parecía un recuerdo lejano, así que contaba los minutos para poder encontrarse con Nika en la biblioteca. Por suerte, sus deseos fueron oídos y la  campana sonó, liberándola de las clases hasta la media hora siguiente. 

Trató de llegar a su destino sin apurarse demasiado para no atraer muchas miradas. Sin embargo, cuando llegó descubrió decepcionada que Nika no estaba allí todavía. Paseó entre las montañas de libros, leyendo algunos de los títulos, y se sentó en la mesa más escondida de la biblioteca, que aunque vacía como siempre le resultaba acogedora. Aprovechó el tiempo a solas para recolocarse el fular negro que llevaba puesto, asegurándose de que cubría sus heridas por completo, cuando por fin escuchó unos pasos acercándose.


Nika atravesó la puerta y fue directamente hacia su mesa para encontrarse con ella.

-Perdón por el retraso.

-Tranquila, no he esperado mucho.

Nika se fijó en el fular de Amy y compuso una mueca de tristeza que no pasó desapercibida a la atenta mirada de su amiga.

-¿Cómo te encuentras?

-Mejor - Contestó suspirando-. Pero tengo que contarte algo.

Nika se sentó junto a ella y se preparó para escuchar cualquier catástrofe. Después de todo, últimamente sólo recibía malas noticias y debía estar preparada para cualquier cosa.

-Te escucho.

Amy suspiró profundamente y trató de no dejarse llevar por el nerviosismo.

-Judd lo sabe todo.

Nika palideció y se quedó ojiplática frente a ella.

-¿Qué?

-Tranquila, él no dirá nada - Se apresuró a asegurar.-. Verás, anoche Judd me hizo bajar a la cocina y, después de obligarme a comer algo, discutimos. Él quería saber lo que pasaba y yo no podía ocultárselo más - Confesó, entristecida-. Además, esto puede ponerlos en peligro a todos ellos y tenía derecho a saberlo - Finalizó cabizbaja.

-Sí, lo entiendo - Le aseguró a una muy confusa Amy.-. No voy a reprocharte nada, pero esto no me gusta. Cada vez hay más personas que conocen la verdad. Por ahora hemos tenido suerte y no se ha enterado nadie que vaya a delatarte, pero eso puede cambiar en cualquier momento y nosotras tenemos que evitarlo a toda costa. ¿Vais a contárselo a James y a Ciro cuando vuelvan?- Preguntó con el ceño fruncido por la preocupación.

-No, Judd se lo va explicar a James, pero no a Ciro. Él es demasiado impulsivo y puede llegar a hacer cualquier cosa que termine por delatarme. No es que no confíe en él, pero no quiero correr riesgos. Ya es todo demasiado arriesgado, como para seguir tentando a la suerte.

-Sí, yo también creo que es lo más sensato. Por cierto, ¿dónde están? ¿Cómo hizo Judd para librarse de ellos?

-Los envió a un pueblo vecino a comprarle unas hierbas a una señora que no sé cómo será, pero desde luego Judd no ha dicho ni una sola buena palabra de ella. Creo que ya lo ha hecho en otras ocasiones - Continuó ensimismada-. Volverán mañana.

-Sí, recuerdo que, desde pequeño, Ciro a veces se ausentaba para acompañar a James en sus viajes. Nunca entendí por qué no iba solo.

-A Judd no le gusta que James se marche solo - Nika asintió pensativa y Amy guardó silencio, para luego esbozar la sombra de lo que antaño habría sido una sonrisa.-. ¿Sabes? Esta mañana Judd me hizo un montón de preguntas sobre cómo funcionaban mis poderes, y me dio un par de consejos bastante útiles - Añadió con cariño-. No te imaginas el alivio que es para mí no tener que ocultárselo. Era un agobio constante, a Judd no se le escapa ningún detalle. Incluso sabía que tú habías estado en la casa.

-¿Cómo?- Preguntó sorprendida.

-Por mi olor. Según él, yo olía a ti.

Nika asintió comprendiendo.

-¿Se enfadó mucho?

Amy se encogió de hombros, calibrando una respuesta adecuada. Entonces se fijó por primera vez en que Nika estaba más pálida de lo normal y nada tenía que ver con la sorpresa. Volvía a tener un aura entristecida, que se asemejaba a la que ella misma tan intensamente se esforzaba por esconder. Se sintió culpable por no haberse dado cuenta antes, había tenido tantas ganas de que contarle que al fin le había pasado algo bueno que no le había prestado la suficiente atención.

-Digamos que no le hizo especial ilusión -Admitió-. Pero dime, ¿Qué es lo que te pasa, Nika? Te veo mal.

Nika soltó una carcajada amarga.

-Es irónico que seas precisamente tú quien me diga eso.

Amy se recostó sobre el respaldo de su silla y suspiró profundamente, clavando su mirada en el techo abombado.

-Sí, es verdad - Admitió apesadumbrada-. Pero sabes que tengo razón - Añadió, volviendo a dirigirle la mirada.-. ¿Qué te pasa, Nika?

-Verás, es que...

El estruendoso sonido de la campana las interrumpió, sobresaltándolas.

-Supongo que voy a tener que esperar para saberlo.

-Sí, eso parece - Confirmó Nika con tristeza.-. ¿Quieres que quedemos esta tarde?

-No, no puedo. Esta tarde Judd y yo vamos a casa de los Záitsen. No puedo echarme atrás, fue idea mía.

-Me lo creo, no puedo concebir esa como una idea de Judd.- Comentó mientras ambas se ponían en pie.-. ¿Qué te parece si quedamos mañana por la tarde? Ciro querrá estar contigo en el recreo y prefiero que tengamos más tiempo para hablar.

-Está bien, hasta mañana entonces - Dijo y se despidió de ella con un abrazo.

***

En la tarde, Amy procuró estar lista a tiempo para que Judd no pudiese hacerle ningún reproche. Fue a su encuentro y se enganchó de su brazo para emprender el camino. Él parecía más rígido y callado de lo habitual así que decidió establecer aunque fuera una pequeña conversación. 

-Judd, tú sabes mucho de hierbas medicinales ¿no es cierto?- Preguntó, curiosa.

-Y de las que no lo son, sé darle cualquier tipo de uso a las hierbas. ¿Por qué?

-Quiero que me enseñes cuanto puedas.

-¿Por qué?- Reiteró su pregunta.

-Por si algún día necesito esos conocimientos y no te tengo cerca. No sé lo que la vida tiene reservado para mí, pero quiero estar preparada para cualquier cosa.

Judd meditó su respuesta durante un largo rato con el ceño fruncido.

-Empezaremos esta noche - Informó todavía meditabundo-. Pero te advierto que soy un profesor muy exigente.

-No te preocupes, seré la alumna más aplicada que puedas imaginar.

Con Judd ensimismado en sus pensamientos, continuaron el trayecto en silencio. Sin embargo, ahora el licántropo iba mucho menos tenso. Posiblemente planeando la clase que le daría más adelante, y Amy se sintió más tranquila.

Cuando se acercaron lo suficiente al hostal de los Záitsen para ser vistos desde la ventana del salón, tres inquietos niños salieron a su encuentro. Mikael no perdió tiempo para tirarse a sus brazos y fundirse en un candoroso abrazo con Amy, mientras que Eyael se quedó unos pasos atrás con las manos mentidas en los bolsillos, haciendo gala de su elegante porte señorial. Yeratel, en cambio, se colocó junto a Judd, esperando su turno para ser abrazado.

-Hola, pequeños.- los saludó Amy, encantada con las demostraciones de afecto, y, después de mimar con gusto a dos de ellos, se fijó en que Eyael aún no se le había acercado-. ¿Tú no me das un abrazo?

-No, los niños mayores no dan abrazos ni besos.

Amy se sorprendió por su respuesta, pero recordaba muy bien lo importante que era para Eyael sentirse mayor, así que compuso una sonrisa y revolvió los rubios cabellos del orgulloso pequeño.

-Amy - la llamó Mikael reclamando su atención-. No me habías dicho que eras amiga de Judd Anderson.

-¿Lo conocéis?

-Sí - Se apresuró a contestar Mikael-. Es el novio de James Doyle, el tío de Ciro. Porque son novios ¿Sabes? Mamá me dijo que no se habían casado.

-Sí, claro que sé. Vivo con ellos tres - Comentó, tratando de desviar el tema al ver la incomodidad de Judd, que taladraba con la mirada al pequeño entrometido.

-¿Es porque tú eres la novia de Ciro?- Preguntó Eyael curioso, adelantándose a su hermano.

Amy abrió los ojos de par en par y el sonrojo invadió sus mejillas.

-No, claro que no. Ciro y yo sólo somos amigos.

-¿Entonces tú tampoco te vas a casar?- Preguntó confuso el pequeño Mikael.

-Pues claro que no, tonto, te acaba de decir que no tiene novio - Se exasperó Eyael.

-Sí que tiene - Intervino por primera vez Yeratel, dejándolos a todos sorprendidos.-. Yo los vi juntos cuando iban de camino al bosque, se quieren. Pero no puedo decir quién es porque creo que es un secreto-. Añadió, desilusionando con ello a un ansioso Mikael ávido de respuestas.

Amy palideció al escuchar las palabras del tímido muchacho y tragó saliva ruidosamente, recordando momento al que se refería. Probablemente hablaba de la tarde en que ella había descubierto lo que era, y él le había ofrecido su consuelo. Qué irónica le parecía esa escena en aquel instante.

Judd carraspeó con la garganta, interrumpiendo el repentino silencio.

-¿Qué os parce si entramos? Empieza a hacer frío.

Los niños accedieron enseguida y se pusieron a la cabeza de la marcha, con Mikael protestando porque los hermanos no deberían tener secretos. Amy inspiró con fuerza y los siguió armándose de valor. La inocencia de los niños a veces dolía y ella acaba de descubrirlo.

Entraron en el hostal, y Nelkhael los recibió con una amable sonrisa.

-Amy, qué agradable sorpresa, hacía mucho que no venías a visitarnos - La saludó, encantado de tenerla por allí. Cuando reparó en Judd, abrió mucho los ojos, sorprendido.-. ¿Ha ocurrido algo?- Preguntó preocupado.

Amy volvió la mirada hacia Judd extrañada, pero este se limitó a encogerse de hombros.

-No, ¿por qué lo preguntas? ¿Debería haber pasado algo?- Preguntó, confusa.

-No - Se apresuró a aclarar Nelkhael.-. Solo es que es la primera vez que Judd pisa este hostal y pensé que quizá había sucedido algo grave - Explicó, cohibido-. Lo siento, no me imaginaba que algún día nos haría una visita cotidiana.- Admitió sonrojado mientras Judd taladraba con la mirada a Amy, haciéndole saber lo que pensaba de su grandiosa idea de visitar a los Záitsen.

-Como Ciro está de viaje con James, le pedí a Judd que me acompañase.

-¿Por eso faltó? Y yo que creía que ya estaba haciendo de las suyas otra vez.

El comentario le granjeó una sonrisa por parte de Amy y sorprendentemente también una de Judd.

-Se ve que lo conoces bien -Comentó, escueto.

-Un poco - Confesó modesto-. ¿Un café?

Y con eso pasaron a la sala dónde Nelkael mantuvo una conversación amena con Judd, mientras una muy sorprendida Amy jugaba con los trillizos y una pequeña cajita de música dorada que tenía unas hermosas flores azules muy elaboradas, como elementos decorativos; encerraba varias melodías y una fina bailarina, así que ellos se entretenían poniéndoles letras. Entonces llegaron las hermanas de Nelkhael, Gabriella y Gaciella, que se unieron a ellos.

-¡Judd Anderson!- Exclamó Graciella, la mayor de las dos- ¿Ha ocurrido algo malo?

Amy se negó a enfrentarse a la mirada de Judd y fingió estar demasiado distraída con los trillizos.

-No, sólo han venido de visita- Aclaró Nelkhael.

-¿Han?- Preguntó ilusionada hasta que reparó en Amy, que la saludaba con una mano desde su asiento, y aunque se notaba que la alegraba verla, a Amy le pareció que la joven se sentía decepcionada.

Gabriella se sentó junto a Judd en el sofá para hacerle todo tipo de preguntas sobre heridas, curas y diagnósticos, preguntas un poco extrañas para tener la tierna edad de once años, pero que Judd respondió con diligencia; Graciella prefirió sentarse a su lado.

-Oye, Amy- Le susurró mientras oían cantar a sus hermanos.

-Dime- Respondió ella también en un susurro.

-¿Qué ha pasado con Ciro? ¿Por qué no ha venido con vosotros? ¿Le ha pasado algo malo? ¿Es por eso que no ha ido al instituto estos días?

El intenso interrogatorio cogió a Amy por sorpresa y por un momento no supo qué contestar, hasta que vio cómo la pobre muchacha se mordía labio inferior con preocupación.

-No, no, tranquila, él está bien, sólo ha ido a acompañar a James en uno de sus viajes en busca de mercancía.

Graciella suspiró aliviada y se recostó contra el respaldo de su asiento más tranquila.

-Me alegro, le irá bien despejarse y alejarse un poco de los aires de este pueblo. Desde la muerte de Vladimir está muy serio y taciturno. Creo que le irá bien cambiar un poco de aires.

Amy estaba a punto de comentar algo, anonada como estaba por el hecho de que la joven repara tanto en Ciro, cuando alguien llamó su atención. Katerina Záitsen irrumpió en salón, con sus centelleantes cabellos rojos recogidos en una coleta y un vestido de invierno azul turquesa que resaltaba el color de sus ojos, y que complementaba con medias gruesas y botas negras. Al ver a Judd se sorprendió igual que sus hijos, pero sonrió con amabilidad sin hacer ningún comentario al respecto. Sin embargo, su expresión cambió cuando su mirada recayó en las tres cabezas rubias que miraban hacia el suelo con culpabilidad.

-¿No os he dicho mil veces que no podéis jugar con esa cajita? Es un recuerdo de vuestra abuela - Los regañó.

-Pero es que Amy quería jugar con ella - Explicó Eyael.

-Sí, pero no la regañes, mami, porque ella no sabía que no podíamos jugar con la cajita - La defendió Mikael, mientras el pequeño Yeratel se posicionaba frente a ella con gesto protector.

-Eso, mami, no la puedes regañar. Además, tuvimos todos mucho cuidado de no romperla -Continuó Eyael.

-Así que Amy quería jugar con la cajita, ¿no?

Los tres asintieron con convicción, mientras Amy abría la boca, anonadada, y Katerina se esforzaba por reprimir una sonrisa.

-Muy bien, pues no regañaré a Amy, pero en su lugar mañana vosotros tres vais a ayudar a vuestras hermanas a limpiar todas las habitaciones del hostal.

-No, mamá, por favor - Suplicaron al unísono mientras que sus hermanas se unían con la mirada a sus súplicas.

-Nada, alguien tiene que llevarse un castigo y no querréis que castigue a Amy, ¿verdad?

Los niños se apresuraron a negar con las manos y la cabeza, mientras sus hermanas suspiraban con resignación. Amy estaba segura de que harían la tarea el doble de difícil a las muchachas.

Cuando empezó a oscurecer, Judd y ella decidieron que era un buen momento para regresar a casa, y Amy se despidió todos con besos y abrazos excepto del pequeño Eyael. Con él se conformó con revolverle el pelo y prometió volver de visita. Pero cuando traspasó el umbral de la puerta del hostal, uno de los niños se agarró a su pierna, reteniéndola. Al voltearse, Amy se asombró al ver al pequeño Eyael haciéndole señas para que se agachase y así quedase a su altura. Aturdida, Amy hizo lo que le pedía y se sorprendió cuando el niño la rodeó con sus pequeños brazos para luego depositar un cálido beso sobre su sien. Aunque desconcertada, Amy le devolvió el abrazo.

-Creía que los niños mayores no daban ni abrazos ni besos- Murmuró sonriendo.

-Es para que dejes de estar triste - Le respondió el pequeño-. Tienes mucha tristeza escondida dentro de tu pecho, y yo no quiero que estés triste.

Las sinceras palabras del niño la conmovieron, y sus ojos se empañaron derramando una única lágrima que escapó a su control. Entonces devolvió con fuerza el abrazo al pequeño y emprendió su camino de regreso a casa en silencio.

 
Angie

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