28 de septiembre de 2014

Capítulo XXVI: La llama que incendia

El frío calaba en los huesos, pero eso no era suficiente para apagar la rabia que crecientemente anidaba cada vez más en ella. Impertérrito ante el hecho, Kaleb lucía estoico frente a ella, con los oníricos cabellos un poco revueltos, mirando cómo caían los pequeños copos sobre la inmaculada nieve que cubría el suelo de Glorysneg, con su atención muy lejos de ella.

Le había dicho a Nika que las dos tenían cosas que resolver y era cierto. No quería preocuparla innecesariamente, pero tenía que enfrentar aquello cuanto antes y Dimitri acaba de brindarle una oportunidad irrepetible. Había imaginado tantas veces lo que le diría cuando lo tuviese frente a frente de nuevo que no podría contarlas ni aunque quisiera. Pero en aquel momento, todo le sabía a poco, nada era suficiente y no sabía por dónde empezar a descargar todo aquello que no la dejaba vivir en paz. Su cólera comenzaba a apabullarla y hacerle perder la concentración en el movimiento cíclico de su energía, por lo que decidió romper el hielo.


- Has bajado de categoría. De asesino a un intento pobre de espía - Dejó caer sin tapujos.

La profunda mirada de Kaleb la enfrentó.

-Yo no espiaba a nadie. Sólo he venido a darle un recado a Nika.

-¡Vamos, Kaleb, miénteme mejor! Ya has demostrado que se te da muy bien - Comentó destilando veneno en la voz.

Kaleb pareció dolido pero no sorprendido, como si se lo hubiese esperado. 

- Era sólo un recado - Insistió obstinado, apretando puños y dientes.

-¿Y entre tus recados estaba también el de pelearte con Dimitri Smirnov?

Ahora sí se mostró sorprendido, y le mostró una forzada sonrisa del todo carente de alegría.

-No, pero ese desgraciado. Va por ahí acechando a mi hermana, como si tuviera el derecho de hacerlo. Lo quiero bien lejos de ella. No se le acerca con buenas intenciones, y aunque lo hiciera Nika no es para él. No es un bueno para ella. Sólo es un mentiroso que la anda rondando y que necesita que le recuerden sus límites. 

-Entiendo - Replicó, todavía más enfadada-. Y esto me lo dice, por supuesto, el claro ejemplo de moralidad - Continuó alzando un poco la voz. Él se quedo frío y ella dio un único paso hacia él. Entonces descendió el volumen de su voz hasta que sólo Kaleb pudo oírla y susurró: - Pues yo prefiero mil veces al mentiroso de Dimitri que a ti.

Se mantuvieron en silencio durante un largo tiempo, hasta que Amy decidió que era inútil continuar así, por lo que emprendió su regreso de camino a casa, a paso lento.

-¿A dónde vas?- Lo escuchó preguntar a su espalda.

-A casa. ¿A dónde sino?

-¿Y el chucho? ¿No viene a buscarte?- Preguntó, irritándola de nuevo.

-El chucho tiene nombre, es Ciro, y merece un respeto - Espetó, volviéndose de nuevo para taladrarlo con la mirada -.  Al contrario que tú, criatura del Averno. Y no, no viene a buscarme, aunque tampoco entiendo por qué eso es de tu incumbencia - Esta vez, la confundida fue ella, pero supo disimularlo muy bien. Sus palabras habían nacido sin pensar de lo más profundo de su ser, pero estaba segura de no haber oído antes la expresión "criatura del Averno". Sin embargo, el tiro había sido certero y debía de admitir que sentía cierto grado de regocijo por ello.

-No puedes volver sola a casa, es peligroso para ti. Si fueras sensata, sabiendo lo que sabes, le habrías dicho a "Ciro" que te viniese a buscar - Reclamó, de alguna forma consiguiendo que el nombre de su amigo en su boca sonase como la peor de las palabrotas.

-Si fuera sensata, Kaleb, no estaría aquí ahora mismo hablando contigo. Pero no te preocupes, eso se puede corregir.

Con esa afirmación volvió a emprender su camino a paso rápido, carga con la furia que sobreexplotaba sus emociones. Lo que no pudo prever Amy era que Kaleb comenzaría a seguirla.

-¿Qué-Estás-Haciendo?- preguntó haciendo hincapié en cada palabra.

-No vas a ir sola a casa de los Doyle, está demasiado alejada.

Amy volvió a detenerse por un momento y se frotó cara inspirando hondo bastante frustrada. Apenas podía creerlo y menos sabía que pensar de todo aquello. Solo podía sacar en claro una cosa. Kaleb no quería que se supiera su secreto. El por qué seguía siendo un misterio para ella, pero no le importaba, ya no.

-Kaleb ¿Te suena la expresión "es mejor estar sola que mal acompañada"?- preguntó sin observar su reacción. Tan solo sabía que él también se había detenido.

-Sí, Amy.- contestó escuetamente.

-¿Entiendes entonces por qué no quiero que me acompañes?

-Sí.

-Bien.

Amy continuó andando y esta vez no se sorprendió, al escuchar que él la seguía. Era tan terco y obstinado que la acompañaría lo quisiera ella o no. Resignada, continuó caminado en silencio. Iba tan ensimismada maldiciéndolo que no se dio cuenta de que había dejado de nevar.

Él, que había empezado el trayecto yendo varios pasos por detrás de ella, se acercaba cada vez más, ya que habían dejado atrás el pueblo y caminaban por la linde del bosque, dónde nadie los podía ver. La estaba poniendo bastante nerviosa. Ese lugar le traía recuerdos y estos le hicieron apretar los puños con fuerza. Kaleb continuaba acercándose, casi como si quisiera presionar, como si quisiera saber hasta qué punto llegaba su paciencia. Ella no estaba dispuesta a darle gusto de verla irritada, enfrentándolo de nuevo, no tenía intención de ceder a sus provocaciones. Pero las circunstancias cambiaron cuando se atrevió a cogerla de la mano. Amy creó un gran escudo, entre verdoso y transparente, que lo lanzo a un par de metros de distancia. Ambos se observaron mientras él se levantaba. Los dos eran muy conscientes de que el frondoso bosque de Glorysneg volvía a ser el único testigo de sus actos.

-No te atrevas a volver a tocarme, Kaleb Kirchev. No tienes derecho - Hizo un gesto con la cabeza señalando su barrera-. Te advierto que he aprendido a insonorizarla.

-Sí que han cambiado las cosas - Murmuró, mientras en un instante recorría la distancia que los separaba y de sus manos crecían garras negras dispuestas a comprobar la veracidad de sus palabras.

Arañó la superficie del escudo, tal y como había hecho la última vez, con la diferencia de que no se escuchó ningún ruido ensordecedor que pudiese taladrarles los oídos.

-¿Y qué esperabas?- Preguntó mientras observaba muy tensa la acción-. ¿Una gran sonrisa y los buenos días? Pues no. ¿O acaso me has acompañado hasta aquí pensando en acabar lo que empezaste la noche anterior?

La mirada de Kaleb se volvió más fría que la nieve que pisaban. La plata en sus ojos parecía dispuesta a cortar el aire.

-¿Eso piensas?- Preguntó hostil.

-No me sorprendería. Pero de una vez te digo, Kaleb, que esta vez no te voy dejar llegar hasta mi. Esta vez, pienso pelear por vivir - Sentenció y en ese momento Amy supo exactamente cómo expresar lo que sentía-. Me lo han quitado todo - Susurró para empezar su discurso-. Mi identidad, mi concepción del mundo, el amor, hasta mis recuerdos. Todo por este secreto, de eso no me cabe duda - Continuó sin ninguna clase de inflexión en la voz, clavando su mirada en la nieve.-. No me han dejado nada más que un pequeño puñado de gente a la que le importo. Y quizá a ti te da igual, pero a mi ellos también me importan - Aclaró, tragando saliva-. Hasta hace poco no sabía lo que era la muerte, no sabía quién era, ni los problemas que eso me causaría. Pero la vida se a encargó de hacérmelo aprender de nuevo muy pronto. Y también me ha enseñado lo mucho que sufren los seres queridos tras el paso de la muerte - Hizo un breve pausa cogiendo aire al revivir los momentos dolorosos del entierro de Vladimir, y levantó la cabeza para enfrentar su penetrante mirada plateada.-.  Yo no pienso hacer sufrir a nadie por mí. Tengo la oportunidad de vivir y lo voy a hacerlo te guste o no.          

Él golpeó con toda su fuerza bruta el escudo que los separaba, y las hondas verdes del escudo se movieron con mayor velocidad por el esfuerzo de mantenerse en pie, pero Amy no estaba dispuesta a dejarlo romper su barrera. Intensificó su energía sobre ella, y lanzó una ráfaga que golpeó de lleno a Kaleb. Pero esta vez él estaba sobre aviso y se las apañó para no ser movido más de un par de centímetros. Sin embargo frente a él nacieron unas llamas verdes, que crearon una línea de separación entre ambos. Kaleb sonrió, sin ningún brillo de esperanza en sus ojos.

-Creo que lo conseguirás.    

Y con eso se marchó por donde había venido. Sin embargo, Amy necesito unos minutos para calmarse y recorrer lo poco que le quedaba de camino a casa de los Doyle. No sabía si Kaleb lo había entendido, pero, en esa vida que ella estaba a punto de reconstruir, no había espacio para él.

Angie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tinieblas Nevadas en Wattpad