Pedalearon el uno junto al otro, como siempre,
primero hacia la entrada del pueblo, y luego en sentido contrario, rodeando por
completo la estructura de Glorysneg y saliendo de sus garras de gloria nevada
para adentrarse en el desnudo manto de la estepa. El cielo perlado se fundía en
una casi invisible línea del horizonte con la blanca nieve que ante ellos todo
cubría, pero sólo ocurrió hasta que las oscuras aguas fueron visibles. La nieve
era más fina cuanto más se acercaban a las aguas del fiero mar de Kara, y era
sustituida por dura tierra mojada, marcada ahora por las huellas de los dos
jóvenes y sus bicicletas. Habían tardado toda la mañana en llegar allí, pero
sólo la visión del mar y el rugir de sus tripas sirvieron para interrumpir su
constante conversación. A pesar de su nueva situación amorosa, Nika y Vladimir
seguían siendo amigos por encima de todo, y como cada semana, habían sacado las
bicis del garaje para pasear y estar un rato lejos de todo.
Sin
embargo, aquella era la primera vez que no se limitarían a montar y pedalear.
Como Vlad había sugerido, comerían en la playa –que más que playa parecía un
congelador- como si de un picnic se tratase.
Dejaron
las bicicletas sobre la gruesa arena y se acomodaron en la manta de picnic que
el muchacho había traído, aun sabiendo que su madre le mataría si se llenaba de
tierra. Ella se había levantado antes del amanecer para preparar una suculenta
comida, y el sólo imaginarse a Nika en la cocina, cocinando para él, hizo que
Vlad sonriese tontamente mientras la morena lo extendía todo sobre el mantel.
Por alguna razón, a simple vista nadie podía ver lo dulce que llegaba a ser
Nika cuando quería a alguien de verdad, pero hasta él se sorprendió con
aquello. Tuvo que pestañear varias veces ante el festín.
-¿Qué es todo esto, Nika?
-Pues ensalada Olivié* , sopa Schi de
col, pelmeni, pan negro, té y priánik–Contestó con una gran sonrisa
según señalaba cada tartera.
-No me refería a eso –Le devolvió el gesto-,
sino a por qué te has esforzado tanto si sabes que yo con un sándwich soy
feliz.
-Pues porque –Se sonrojó, tragó saliva y
sacudió la cabeza-… Da igual, no tiene importancia.
-Te has sonrojado, quiero saber lo que es –La
atrajo hacia sí tirando de sus brazos.
-No, Vlad…
-¿Ah, no? –Comenzó a hacerle cosquillas en el
abdomen hasta que la derribó y se dejó caer suavemente sobre ella. Las risas se
silenciaron, y Nika, todavía más colorada, desvió la mirada de los profundos
ojos azules de Vladimir antes de contestar.
-Para mí esto es mi primera cita, y me importa
mucho.
El
rubio tomó su barbilla con delicadeza y besó sus labios dulcemente, haciendo
que el frío siberiano restallase contra el calor de sus cuerpos. No quería
separarse de ella todavía, pero si no lo hacía la situación se volvería
incómoda. Se incorporó y tiró de su chica para ayudarla.
Sus
ojos plateados expresaban confusión cuando se separaron. ¿Por qué se estaba
reprimiendo Vladimir? Claro que aquello le venía de perlas teniendo en cuenta
el trato que había hecho con Sergei, pero… Ella también sentía curiosidad y
deseos por él. Parpadeó y comenzaron a servirse la comida en un incómodo
silencio.
En
un determinado momento en medio del sepulcral mutis, sus manos se encontraron a
la hora de tomar una segunda taza de té. Sus ojos ardieron en preguntas que
debían realizar, pero se limitaron a esbozar una tímida sonrisa de consuelo.
-Siento haber sido tan brusco antes –Se
disculpó él sin borrar la sonrisa.
-¿Brusco?
-Escucha, Nika, tú me importas de veras… No
quiero dar ni un solo paso en falso contigo.
La
muchacha pestañeó de nuevo, disipando las lágrimas de ilusión que se formaban
en sus ojos plateados. Apartó todo lo que había entre ambos y se aferró a su
cuello, sorprendiéndole gratamente.
-Para mí está bien así –Su rostro estaba teñido
en el sonrojo más incandescente. Clavó sus pupilas en las del rubio, dejando
apenas unos centímetros entre ambos-. Te quiero, Vlad. No creo que pueda querer
a otra persona que no seas tú.
Sin
mediar palabra, la tomó por la cintura y la invitó a sentarse a horcajadas
sobre él, fusionando sus bocas en el beso más perfecto que hubiesen imaginado
hasta entonces. Podía notar cómo su sangre comenzaba a hervir a cada roce con
el cuerpo de Nika, cómo su piel se electrizaba y todo su cuerpo reaccionaba. Lentamente,
se dejó caer sobre ella, apoyándola delicadamente contra el mantel de picnic y
sin separar un ápice sus complexiones. Los brazos de la morena se enredaban en
su pescuezo mientras sus dedos jugueteaban con los dorados cabellos, provocándole
un escalofrío tras otro. El frío siberiano se convirtió en un ambiente febril y
acalorado que incitaba a librarse de cuantas prendas cubriesen sus hechuras.
No
obstante, Vladimir apenas sentía una décima parte de lo que Nika estaba
notando. Algo bullía literalmente en su interior, ninguna parte de su cuerpo
parecía suya, estaba físicamente adormecida y mentalmente agotada. Su respiración
agitada parecía más propia de quien escapa de un feroz asesino que de quien se
encuentra en una tórrida sesión de besuqueos con su novio. Y es que un feroz
calor interno abrasaba todo su organismo, apenas podía pensar, sólo se dejaba
llevar por cada estímulo eléctrico que Vladimir le provocaba. En cierto
momento, su espalda se arqueó bruscamente, alertando al muchacho de que algo le
ocurría.
-Nika –La sostuvo contra el suelo, examinándola
con preocupación. Cuando recuperó algo de oxígeno, prosiguió.-. ¿Qué ha pasado?
-Lo… siento… -Siseó.
-Estás ardiendo –Le tocó la frente-, creo que
tienes fiebre.
-No –Se incorporó un poco-, sólo necesito… un
minuto… -Dijo, justo antes de que sus brazos fallasen y se precipitase al suelo
con brusquedad.
-¡Nika! –La sujetó y la apretó contra su
cuerpo- Estás enferma, voy a llevarte a casa.
-No quiero ir a casa –Con debilidad, le abrazó
por la cintura y reposó la cabeza contra su pecho-, quiero quedarme contigo.
Vladimir
no pudo convencerla, así que la acomodó sobre su regazo y acarició sus mejillas
hasta que su respiración volvió a ser regular. La observó. Había olvidado que
con aquel frío, no era bueno hacer ese tipo de cosas, porque seguramente
enfermarían y se sentirían culpables. Suspiró. Estaba tan hermosa cuando
cerraba los ojos… Resultaba curioso lo que había cambiado la imagen que tenía
de su pequeña Nika Kirchev. Siempre había pensado en ella como en una chica
orgullosa de sí misma, fuerte y tenaz, que no duda en luchar por lo que cree. Pero
desde que habían empezado a salir, conocía esa faceta suya de ternura y
vulnerabilidad, de ruborizarse por cualquier cosa y de parecerse a ese
personaje tímido y adorable que todos los cómics manga para chicas tienen. Sonrió.
Se sentía tremendamente afortunado por tenerla, y esperaba poder conservarla
siempre.
-Vlad –Abrió los ojos, risueña, y le enfocó
directamente-, gracias por cuidar de mi.
-No me lo agradezcas, eres lo mejor que tengo,
tesoro –Besó su frente.
-¿Sabes? –Pestañeó- Algún día podríamos irnos
de aquí, juntos.
-¿Irnos? –La miró, extrañado pero divertido.
-Sí –Asintió. Una verdadera idea se estaba
formando en su mente-, ya sabes. Irnos lejos de Glorysneg, los dos juntos… Sin
que nadie nos moleste.
-¿Estarías dispuesta a perder todo tu tiempo
conmigo?
-Estoy dispuesta a regalarte todo mi tiempo –Sonrió,
esperando un beso que no tardó mucho en llegar.
Lo cierto era que se estaba planteando
totalmente en serio la posibilidad de fugarse con Vladimir para no tener que
casarse con Sergei, pero aquello implicaría algo que podía mandarlo todo al
traste: para poder fugarse con su amado Vladimir, debía confesarle su verdadera
naturaleza, y eso podía provocar su rechazo.
Ante el miedo que esto le provocaba, se aferró
a él con más fuerza. Entonces, un escalofrío recorrió su espalda. Alguien les
estaba observando desde algún lugar no muy lejos de allí…
* Olivié, sopa
Schi, pelmeni, priánik: son platos típicos rusos. Si queréis más información
sobre ellos me lo decís, pero ya adelanto que tienen muy buena pinta.
Mar de Kara |
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