Vladimir besó sus labios con ansiedad.
Comprendió que la situación era incómoda para ambos, pero tenía que demostrarle
que la quería, aunque fuese de la forma más torpe y estúpida del mundo. Tenía su dulce rostro sujeto con ambas
manos, así que dejó de besarla un momento para dedicarle la sonrisa más sincera
que pudo. Sin embargo, ella no le estaba prestando atención. Parecía estar
mirando algo más allá de él, como si le traspasase y, a sus espaldas, hubiese
un ser terrorífico que le hubiese congelado el alma. Asustado, volteó para ver
si realmente había algo tras ellos, y topó con un par de ojos dorados que le
observaban con auténtico asco.
-Nika…
-Jadeó con voz rasgada el muchacho- Te quiero…
-¡Vladimir! -Corrió tan rápido como pudo, la adrenalina hinchaba sus venas y el aire llenaba sus pulmones a un ritmo frenético. Sergei comenzó a cerrar la mano alrededor del cuello de Vladimir. Apenas unos metros y llegaría junto a ellos. El pescuezo del joven parecía estar al límite, y su rostro estaba morado, casi azul; no obstante, sus labios no dejaban de pronunciar, aun sin emitir ningún sonido, aquellas dos palabras que quería fuesen las últimas. Las lágrimas acudían a sus ojos pero no detenían su carrera, Nika estaba dispuesta a sustituirle en su fatal destino. Pero todo esfuerzo fue insuficiente, un demonio joven y todavía en desarrollo no tenía nada que hacer frente a un maduro y ya formado diablo enfurecido. Y así, sin que pudiese hacer nada, cuando apenas quedaban un par de metros, el cuerpo inerte de Vladimir cayó al suelo y un profundo gemido de dolor llenó el silencio de la playa.-¡Maldito bastardo! –Chilló Nika, desgarrándose la garganta mientras abrazaba al rubio- ¡No tenías motivos para hacerlo! ¡No los tenías!
-Te estabas portando como una puta, y no hay putas en la familia Smirnov.
-¡No he hecho nada! ¡No puedes acusarme, mi padre te hará pagar por esto!
Se
apartó de la muchacha, pero la protegió manteniéndola tras él. Su siempre
amigable rostro se transformó en una mueca de alerta hacia el desconocido, que
sonreía macabramente a medida que se acercaba. Nika, todavía paralizada, se agarró
con fuerza a la espalda del rubio y murmuró con voz temblorosa:
-Vlad,
en el momento en que ese tipo se distraiga, quiero que corras con todas tus
fuerzas hacia la bici, te subas a ella y te vayas a casa.
-Nika,
¿qué dices?
-Te
prometo que te lo explicaré cuando se acabe, pero tienes que hacer lo que te
digo.
-No
voy a dejarte aquí sola con un desconocido –Respondió, claramente indignado.
-No
soy ningún desconocido – Sergei había oído la conversación a pesar de la
distancia que todavía les separaba.-. El único que sobra aquí eres tú.
-Sergei
–A pesar de que le temblaban las piernas, Nika se puso en pie y avanzó un par
de pasos. Confuso, Vladimir la siguió, intentando protegerla ante algo que no
podía definir. Lo único que sabía era que aquel hombre no le gustaba ni pizca.
La morena continuó: -, teníamos un trato. Dijiste que podía salir con quien
quisiese siempre y cuando me mantuviese casta para ti.
-Ya,
pero al ver a este mocoso se me ha antojado que ya no me gusta nuestro pacto
–Sonrió, pérfido-. Te prohíbo que…
-No
tienes derecho a prohibirme nada –Cortó, seca. Sergei frunció el ceño.
-Que
los papeles no lo digan todavía no quiere decir que no seas mía, pequeña e
insolente ramera.
-¡Oye!
–Vladimir se colocó de nuevo frente a Nika- ¡No sé qué demonios está pasando
aquí, pero no tienes derecho a hablar así a Nika!
-¿Demonios?
–Rió con maldad- Qué perspicaz. No tienes por qué entender nada, humano, porque
no te queda mucho tiempo.
-¿Qué…?
–Nika se llevó las manos a la boca, aterrorizada- ¡NO! –Echó a correr y se
abrazó al moreno, sollozante – Por favor, Sergei, haré cuanto tú digas,
adelantaremos la boda si así lo deseas, pero por lo que más quieras no le hagas
daño…
-¿Nika?
–Pestañeó- ¿Boda? ¿De qué estás hablando?
El de
los ojos dorados regaló una seductora mirada impasible a la muchacha, le dio un
dulce beso en la frente y, sin más, la empujó unos metros más allá, haciendo que
su cuerpo se golpease contra la arena. Sus rápidos reflejos le permitieron caer
con manos y rodillas, evitando un impacto mayor. Pero Sergei fue más rápido, y
en lo que Nika tardaba en ponerse en pie, él sostenía ya al rubio por el
pescuezo.
Vladimir pataleaba y se defendía, ella podía percibir que estaba
utilizando toda su fuerza para intentar zafarse del demonio, pero en
comparación a la de este era como confrontar una mosca con un feroz jaguar.
-¡Vladimir! -Corrió tan rápido como pudo, la adrenalina hinchaba sus venas y el aire llenaba sus pulmones a un ritmo frenético. Sergei comenzó a cerrar la mano alrededor del cuello de Vladimir. Apenas unos metros y llegaría junto a ellos. El pescuezo del joven parecía estar al límite, y su rostro estaba morado, casi azul; no obstante, sus labios no dejaban de pronunciar, aun sin emitir ningún sonido, aquellas dos palabras que quería fuesen las últimas. Las lágrimas acudían a sus ojos pero no detenían su carrera, Nika estaba dispuesta a sustituirle en su fatal destino. Pero todo esfuerzo fue insuficiente, un demonio joven y todavía en desarrollo no tenía nada que hacer frente a un maduro y ya formado diablo enfurecido. Y así, sin que pudiese hacer nada, cuando apenas quedaban un par de metros, el cuerpo inerte de Vladimir cayó al suelo y un profundo gemido de dolor llenó el silencio de la playa.-¡Maldito bastardo! –Chilló Nika, desgarrándose la garganta mientras abrazaba al rubio- ¡No tenías motivos para hacerlo! ¡No los tenías!
-Te estabas portando como una puta, y no hay putas en la familia Smirnov.
-¡No he hecho nada! ¡No puedes acusarme, mi padre te hará pagar por esto!
-No si
le demuestro que ya no eres virgen, tal y como estipula el contrato matrimonial
–Sonrió, desorbitando los ojos.
-Eso es
imposible, yo sigo siendo… -En su mente, se hizo una terrorífica conexión.
Fugazmente, besó los todavía cálidos labios de Vladimir y echó a correr,
huyendo de los planes del demonio.
La
interceptó segundos después de que se hubiese dado a la fuga, placándola y
enviándola varios metros atrás. Con un movimiento veloz, la inmovilizó contra
la arena, sin dejar de sonreír. En sus ojos dorados había una chispa que Nika
no conseguía identificar.
-Eres
muy lista, pero no lo suficientemente rápida. No pasa nada, tu hermosura
compensa tu torpeza –Rió a escasos centímetros del rostro de la muchacha.
-Sergei…
-Tragó saliva.
-¿Sí?
-Eres
un malnacido. El ser más horrible que he tenido la desgracia de conocer –Él
convirtió su estúpida risita en enloquecidas carcajadas-. ¡Vamos, hazlo!
¡Viólame! Eres mucho más fuerte que yo, eres un demonio en el auge de su
evolución. Pero veo en ti a alguien muy inferior al humano que acabas de matar
–Contuvo un nuevo mar de lágrimas en sus ojos de plata-. ¿Sabes por qué? Porque
él me enamoró, sin usar fuerza bruta, contratos matrimoniales u hormonas
sobrehumanas. No importa cuánto hagas: nunca llegarás a significar para mí lo
que Vladimir significa…
-Sinceramente,
querida, lo que tú sientas me importa un bledo, sólo me interesas como fábrica
de pequeños demonios.
Fue
en ese momento cuando el último fragmento intacto del corazón de Nika Kirchev
se rompió en mil pedazos. Su primer amor acababa de morir sin que ella hubiese
podido hacer nada, cuando todavía podía sentir el calor de la piel del joven contra
la suya propia. Y un oscuro futuro, más cercano de lo que desearía, era lo
único que veía, con forma de horrible demonio con rasgados ojos crueles
atentando contra su integridad física.
Por
primera vez, no gritó, no lloró, no se lamentó de su suerte. Sólo podía
observar el cielo encapotado y pensar en cómo saldría de aquella vida injusta
que le había tocado vivir. Por mucho que le doliese, si no se solucionaba
rápido, tendría que huir de Glorysneg para así dar esquinazo al demonio y a su
familia. No volvería a ser la niña que necesita la protección de su hermano
mayor, no dependería de nadie jamás. Quería libertad, independencia… Quería
venganza.
Algo
en su interior se detuvo para, segundos después, salir despedido a cada extremo
de su cuerpo con violencia. Su espalda se arqueó, la sacudida fue tal que
Sergei se detuvo y la sujetó contra el suelo con confusión.
-¿Qué
te ocurre? –Preguntó, nervioso.
No
obtuvo respuesta, sólo un pequeño grito ahogado y, casi al momento, una
sensación de somnolencia. No sabría decir qué pasó entonces, sólo supo que
Sergei salió despedido por los aires, alguien le había atacado desde un punto
ciego. Liberada de la carga del demonio, se incorporó como pudo y buscó al
atacante. ¿Qué? No era posible, aquello se salía de toda lógica. Con la boca
entreabierta, viendo cómo se acercaba, sólo pudo murmurar su nombre:
-Amy…
Emily
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